Uno de los rasgos característicos de los trastornos del neurodesarrollo (como TDAH o TEA) son los desafíos en el procesamiento sensorial, por lo que el abordaje desde la integración sensorial es un factor clave en la intervención, sirviendo de apoyo a otros objetivos terapéuticos.
Se trata de preparar, organizar y llevar el alimento a la boca, así como en la capacidad para manipular, mantener en la boca y tragar alimentos y líquidos. Determinadas alteraciones en el procesamiento sensorial pueden influir en la alimentación.
A nivel táctil: A través del tacto interactuamos con el mundo, recibiendo información como tamaño, temperatura, forma, contacto, textura o rugosidad y vibración. Puede manifestarse de las siguientes formas:
- Hiper-sensibilidad: reacciona de forma intensa ante las texturas o temperaturas extremas (demasiado caliente o demasiado frío) de los alimentos, prefiriendo un grupo delimitado de comidas y formas de cocinado, rechazando probar otras. Además, puede acompañar con desagrado al contacto con la zona oral, evitando también el cepillado de dientes o limpiarse con la servilleta.
- Hipo-sensibilidad: la detección de estímulos es baja por lo que necesita una cantidad muy grande para ser consciente. Esto puede provocar que intente comer trozos demasiado grandes, aumentando el riesgo de atragantamiento, no percibir los sabores o quemarse por no notar la temperatura y quedarse manchado.
A nivel propioceptivo: A través de la propiocepción conocemos la posición de nuestros músculos y articulaciones, ayudando a saber cómo movernos y la cantidad de fuerza o presión a usar para manipular objetos. Puede manifestarse de diferentes formas:
- Pobres habilidades oro-motoras: dificultad para graduar la apertura de la boca, mover coordinadamente la lengua para formar el bolo alimenticio.
- Tragar sin masticar lo suficiente el alimento.
- Llenar su boca con grandes cantidades de alimento para poder masticarlo.